La reciente aprobación, en segunda votación, del proyecto
de ley que autoriza excepcionalmente por el plazo de un año al Consejo Nacional
para el Funcionamiento de Universidades (CONAFU), para que evalúe y autorice a
las universidades públicas que presentaron su proyecto de desarrollo
institucional (PDI), como el caso de las universidades de Tarma, Chota y
Juliaca, es un último y definitivo paso para decir: UNACH a la vista.
Desde su creación, el 12 de mayo del 2010, mediante Ley N°
29531, han transcurrido ya cerca de dos años, lapso en el cual la comisión
organizadora ha cumplido con todos los requisitos y exigencias; sin embargo,
desde el frente interno, esto es de los mismos chotanos, por supuesto hijos
putativos de Chota, de diferentes formas han venido torpedeando el
funcionamiento ya de la Universidad Nacional Autónoma de Chota, además de las
trabas burocráticas tan características del estado peruano.
Una aspiración con la que soñaron generaciones de
estudiantes pronto será una realidad. Deseamos que sea una institución de
educación superior que cumpla con los estándares de calidad educativa y que no
forme parte de ese conglomerado de universidades que han devenido en fábricas de títulos, sino,
por el contrario, en verdaderos centros donde la formación profesional sea tan
elevada a la par que la formación ética.
Es un hecho innegable que las universidades públicas se
encuentran en una situación de abandono, de ridiculez presupuestaria, de
escasez de recursos, de pobreza académica, inclusive de indigencia moral; que
el estado y los grupos de poder, las estrangulan y las dejan sobrevivir a su
suerte. Por ello, la batalla por una educación superior de calidad y que
contribuya al desarrollo de la región y del país, no culmina con el funcionamiento
de la UNACH, sino recién empieza si realmente se quiere una universidad nueva,
distinta y mejor.
Amor y Llaga N° 476