lunes, 10 de diciembre de 2012

Caos en Chiclayo



Los lectores deben preguntarse por qué del título y tema de esta nota cuando los asuntos que trata esta columna se dedican de modo frecuente a Chota. Sólo dos razones. Primero: Lambayeque, especialmente Chiclayo, soporta una fuerte migración procedente de las provincias cajamarquinas de Chota, Cutervo, Santa Cruz, Jaén, Hualgayoc y San Miguel, tanto que algunos muy ingeniosos dicen que Lambayeque es el balneario de Cajamarca.
Segundo, porque debido a esa presencia, las principales autoridades de Chiclayo y Lambayeque proceden de nuestras tierras, aunque algunos personajillos han negado o reniegan de sus orígenes. Presidente regional, alcaldes y funcionarios de primera línea tienen en sus manos la gran responsabilidad de conducir los destinos de Chiclayo y Lambayeque, y el gran reto de demostrar solvencia moral, capacidad e inteligencia.
Pero ocurre que no siempre la realidad coincide con nuestros deseos. Y encontramos a Chiclayo padeciendo una de las crisis institucionales más severas en la gestión municipal, es decir caos y desgobierno, con un alcalde condenado por el delito de peculado de uso, inhabilitado por el Jurado Nacional de Elecciones, luego contradictoriamente repuesto en el cargo por el mismo ente electoral, investigado por graves delitos en la licitación de la obra de alcantarillado por la estafa de una empresa fantasma y otras pestilencias que la prensa está destapando, igual como la fetidez que inunda las principales calles de la ciudad Chiclayo.
Tan similar y perversa es la situación de nuestras ciudades. Chota y Chiclayo padecen las mismas autoridades surgidas no de un proceso auténticamente democrático, limpio y transparente, sino de un festín electoral plagado de dádivas, limosnas, compra de votos y conciencias. Entonces, no es por la procedencia natal de las autoridades que se las debe juzgar, es por la integridad moral, la honestidad y la capacidad con las que cumplen sus funciones. 


Amor y Llaga N° 475

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