viernes, 2 de noviembre de 2012

La dignidad del machete


Pertenecemos a un pueblo motejado de machetero en la connotación violenta, sangrienta y cruel del término, sin reparar que aquel instrumento ensiforme denominado machete simboliza para los chotanos coraje, rebeldía y trabajo. Es cierto que en el decurso de los años era una forma de hacer respetar derechos y exigencias sociales, pero a veces también, de reparar daños, ofensas o el honor herido, o una respuesta soberbia a enemistades y rencillas fatuas. Tener un machete en casa es tener un instrumento de trabajo: desbrozar el campo de malezas, segar la hierba, abrir caminos, cortar la caña de azúcar, madera o leña. Y un instrumento de defensa: desbravar a los corajudos.

Es probable que esa significación peyorativa y maligna que se da a los chotanos, provenga de ese periodo que va desde la década del 20 hasta fines del 70 del siglo XX, en que el bandolerismo y el abigeato asolaron de terror, sangre y crueldad los caminos y campos de nuestra provincia, en muchos casos, con la complicidad de las autoridades judiciales y policiales. Pero son los valerosos hombres del campo, organizados en rondas campesinas,    quienes logran recuperar la tranquilidad de sus terruños, controlar e incluso acabar con el abigeato y reivindicar la dignidad del machete como instrumento de trabajo y de defensa.
Un periódico se denominó “Machete” y un boletín revolucionario llevó el nombre de “Machete Rojo”. También se instituyó, sin fortuna, el premio literario “Machete de Oro” y un grupo musical fulguró con sus voces y melodías bautizándose como “Los Machetes de Acunta”. Un pintor plasmó en el escudo chotano dos machetes cruzados como blasones de nuestra identidad y un poeta le dio calidad de verso en nuestro himno. Colofón, el machete nos identifica y nos da dignidad. 
Amor y Llaga N° 470

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