La euforia, la alegría, la embriaguez y acaso también la nostalgia de
la fiesta pasen pronto y las cosas
vuelvan al punto muerto de enfrentarnos a una realidad que vanamente se ha
querido ocultar estos días. Como dijo el escritor checo Milan Kundera: “Pero no hay fiesta que dure eternamente”.
Sin duda el contexto de su estupenda novela, La insoportable levedad del ser, no es el mismo ni menos podemos
equipararlo con nuestro escenario social. Sin embargo, el mensaje implícito de
aquella obra es tan totalizador: el drama que padece un pueblo frente a la
invasión de la violencia.
Pero, nuestro pueblo no sólo
padece la invasión de la violencia en sus manifestaciones más sutiles y más crueles,
sino también la invasión de la hibridez, la amenaza de la zafiedad, el enseñoramiento
de la estupidez y el endiosamiento de los falsos e impostores, sobre todo, en
el ámbito de la política y el gobierno.
De no tomarse las acciones necesarias para acabar con esa lacra que
cohabita en cada entidad pública, nuestro pueblo, no será más que fama de un
pasado que a duras penas está en la memoria histórica; y nuestra ciudad será
una más de las que crecen sin ningún norte, sin ninguna perspectiva de
auténtico progreso y desarrollo.
La juventud chotana tiene un reto que no puede ni
debe esquivar ni aplazar.
Amor
y Llaga 458
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