sábado, 26 de junio de 2010

Terminó la fiesta

Terminó la fiesta. Los invitados y turistas se fueron, los últimos huéspedes remolonean unos días más alargando la nostalgia de dejar el terruño amado. No obstante, las urgencias de la vida apresuran los viajes y las despedidas. Y como en toda fiesta, después de la alegría y la diversión, quedan los platos sucios y la casa hecha un caos.

Luego de esta barahúnda festiva, hay algo que rescatar. Aparte del colorido, el entusiasmo y la diversidad de vivencias que se yuxtaponen y sustancian en cada uno, los que verdaderamente amamos a Chota, no como una niña, sino como un pueblo histórico, rebelde, progresista y laborioso, estamos obligados a trabajar y luchar arduamente, desde cualquier ámbito de actividad o profesión que se ostente, por dignificar y engrandecer a nuestro pueblo.

No obstante, aquel compromiso y amor por Chota parecen no tenerlo ni sentirlo nuestras autoridades. Muchos piensan, sienten y hacen del ejercicio de un cargo público, la ocasión propicia para enriquecerse ilícitamente y favorecer intereses mezquinos dejando de lado valores fundamentales; grave y lamentable omisión que, en el fondo, contribuye a frustrar, entorpecer, retrasar o postergar la solución de los problemas y necesidades, ya crónicos, de nuestra provincia.

Por ello, rescatamos la iniciativa de algunos profesores del colegio Sagrado Corazón. En el desfile del Día de la Identidad Chotana, los alumnos de la promoción exhibieron treinta carteles con el nombre de cada uno de los valores que la sociedad ha ido configurando. En esta escala axiológica, por supuesto, la Honestidad, la Honradez y la Verdad, resumen el sentir y el actuar que esperamos de las autoridades.

En igual sentido, el Obispo de la Prelatura, en el tedeum, invitó y exhortó a forjar el desarrollo de Chota basado en valores, concluyendo que no tiene sentido celebrar el Día de la Identidad Chotana, si gran parte de la ciudadanía lleva una vida que no puede considerarse digna, porque le falta lo más elemental: el trabajo, el pan, el agua y una vivienda. Ojalá que nuestras autoridades hayan estado atentas y comulgadas para que estas palabras no les entre por un oído y les salga por el otro.

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