No hay novela de José Saramago que no nos haya tocado profundamente. Desde “El Evangelio según Jesucristo” hasta “Caín”, su último libro, hemos leído con avidez la mayoría de sus obras. (“Hemos” involucra esa pasión por la lectura que nos une con José López Coronado y Carlos Campos Vásquez). La maestría con la que discurre por los caminos de la novelística, la profundidad de su pensamiento, la sabiduría popular que la sustenta, el carácter polémico de su temática, la firmeza de sus convicciones ideológicas y políticas, y el autodidactismo de su formación, han convertido a Saramago en uno de los más lúcidos intelectuales. Ahora, a través de Carlos, recibí la noticia rotunda de su muerte. En efecto, los diarios online de todo el mundo daban cuenta de su partida final. Y repaso todas mis notas, resúmenes y frases de sus libros señeros “Ensayo sobre la ceguera” o “Ensayo sobre la lucidez” y recojo al vuelo: “La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza”, nos dice en la primera, y en la segunda señala: “Estar demasiado próximos a los centros de decisión provoca miopía, corta el alcance de la vista”. El mejor homenaje es, entonces, no perder la esperanza de un mundo mejor y seguir leyéndolo para nunca perder el alcance de la vista, ni respirar el olor pútrido de las alcantarillas del poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario