José López Coronado, en la columna Al grano de este semanario (N° 377), ha sugerido que para la instalación de la estatua del coronel Manuel José Becerra, donada por don Oswaldo Fernández y gestionada por la legión homónima de nuestro Héroe Nacional, se erija un monumento en el parque El Maestro, junto a otro de los paradigmas de la identidad chotana: Anaximandro Vega Mateola.
Concuerdo con su propuesta. Sin embargo, por lo menos es democrático que sea así, algunos proponen que dicho monumento se levante en la plaza de armas. Estimamos inapropiada esta idea. Ello significaría colocar un monumento en una plaza, grotesca y dolosamente “remodelada”, sin ninguna relación con el héroe que queremos rememorar.
Es notoria la precariedad y aridez de los pocos espacios públicos que existen en el área urbana de Chota (plaza de armas, parques Rondero, Malpica, José Arana, El toro), carencia de avenidas, alamedas y paseos, ridiculez y falsa apariencia de “modernas” construcciones que cada piso ocupan sin ningún control el espacio aéreo. Todo lo cual desentona chuscamente con el maravilloso paisaje del entorno.
En ese desconcierto urbano, el parque El Maestro guarda su distancia. En él se erige un busto a uno de nuestros prohombres y mantiene su singularidad con esa casa de la cultura que es el Complejo Akunta, y pervive el espíritu juvenil de las generaciones que vieron cambiar su nombre hasta hoy quedar como muestra de afecto a ese luchador del ejemplo, el saber y la verdad que es el maestro.
Manuel José Becerra Silva, antes que coronel, fue un maestro y chotano por añadidura. Como maestro encarnó el ejemplo para defender la patria y como chotano, el espíritu rebelde y libertario. Erigirle un monumento, como bien se entiende, no es sólo una obra artística, es recordar y rendir homenaje a quien simboliza nuestra identidad, es un paradigma de heroicidad y un valor histórico de la chotanidad.
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