En esta breve memoria de esa lamentable
pérdida de vidas humanas que fue la masacre de campesinos en Santa Clara, no se
puede obviar la figura de uno de los ocho mártires ronderos: Oscar Pacífico
Regalado Benavides. Su muerte no fue un hecho casual ni producto de las
circunstancias. La policía sabía perfectamente que era el principal dirigente y
por ello tenía que ser eliminado.
Pacífico Regalado nació el 14 de
diciembre de 1950, en la estancia de Numbral, perteneciente hoy al distrito de
Chalamarca. Hijo de un modesta familia campesina formada por Germán Regalado
Vásquez, su padre, y Hermelinda Benavides Tantajulca, su madre. on los
efectivos de la guardia de asalto, rodearon a los campesinos y ante un
incidente que pudo haberse superado de haber existido una predisposición al
diálogo por parte del jefe del operativo, comenzaron a disparar a mansalva
contra la muchedumbre que huía despavorida, e incluso uno de los peones de la
hacienda que pasó al lado de los efectivos policiales señalaba a los
dirigentes. Los ocho campesinos muertos fueron traslados a la morgue de Chota
en una camioneta de nombre “Superman”, alquilada por la hacendada, en tanto que
los veintiún detenidos iban encima de los muertos.
Esta breve síntesis de los luctuosos
hechos de aquel día, nos indican grosso
modo el actuar de las fuerzas del orden y del Ministerio Público. Dos días
después de lo ocurrido, arribó una comisión de oficiales de la Guardia Civil, presidida por el
coronel Javier del Busto Duthurburu, que en su informe al general jefe de la Segunda Región de
las Fuerzas Policiales, no hace sino justificar la actuación de los efectivos
policiales y la matanza de campesinos, por el “tinte político” de sus
dirigentes de tendencia izquierdista, para resguardar la integridad física de
cuatro policías “secuestrados” y defender el principio de autoridad, la
seguridad y la propiedad privada, etc. Sin embargo, contradiciendo su propia
versión de que fueron atacados por los campesinos, el informe indica que se
constató el uso de 450 cartuchos calibre 7.62 mm de fabricación
norcoreana (es decir, de fusiles AKM, que sólo los usó la policía). En cambio
la comisión de oficiales, muy airosa, mostró en forma sarcástica ocho machetes,
un hacha, unas botellas, mechas y un máuser viejo, decomisados a los campesinos
atacantes.
La matanza de los ocho campesinos en
Santa Clara, ha quedado impune. El fiscal provincial de entonces –Ciro Carhuaya
Quintana– abdicando de su función de conducir la investigación del delito y
ejercer la acción penal ante el Poder Judicial, derivó la denuncia ante el
fuero privativo policial de Chiclayo; no denunció el asesinato de los ocho
campesinos, pero sí denunció a éstos por violencia y resistencia a la
autoridad. ¡Qué irónica burla!
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