sábado, 31 de julio de 2010

Las cosas que nos sublevan la sangre

Arturo Pérez-Reverte dice “El artículo es un género literario agresivo y gamberro, y me gusta atacar en ellos las cosas que me sublevan la sangre”. Quizá sin conocer esta frase del novelista y periodista español eso es lo que se viene haciendo en este semanario.

A quién que no sea beneficiario de la corrupción puede no sublevarle la sangre verificar cómo se dilapidan los presupuestos, cómo se engordan los bolsillos de las autoridades (con honrosas y rarísimas excepciones) y cómo se esquilman enteras a las instituciones.

A quién que no tenga un poco de dignidad puede no sublevarle la sangre el constatar cómo se enseñorea la incapacidad, la improvisación y la venalidad; cómo los efectos adormecedores y narcóticos de la corrupción ha convertido a la gente en seres insensibles a sus propios problemas.

A quién que no le quede un poco de solvencia moral puede no sublevarle la sangre para reprobar la ignominia, la infamia y el cinismo de cuanto político, candidato o gobernante hay; sacudirse de la modorra y atreverse a decir o escribir lo que muchos callan.

No proponemos una latosa prédica moralizante o moralista, pero tenemos una gran reserva moral y dignidad política, por eso nos subleva la sangre y atacamos los actos de los gobernantes y autoridades que hacen de la suya, con total desvergüenza y encubridora impunidad.

En cambio, un pasquín aparecido hace poco que pretende cotejarse malamente con la prosa sarcástica, punzante, mordaz, de la columna “Al grano”, no pasará de ser un pasquín, cuyo autor no tiene la valentía de suscribirlo, pero sí la sobrada cobardía para ocultarse en el anonimato.

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