Comentando en nuestras tertulias con los editores de este semanario sobre la composición de las listas de candidatos, la calidad de éstos y el inusitado amor por Chota que suelen argumentar, nos ha sorprendido la cantidad de apóstatas y tránsfugas que han salido a exhibición.
Este fenómeno, por supuesto, no es nuevo en el país, menos en Chota. Aquí quien lo inauguró de modo chapucero fue precisamente uno de los ex alcaldes, quien además instituyó un cuestionado estilo de trabajo asistencialista e improvisado, sin planes ni programas de gobierno.
Apóstatas y tránsfugas han existido siempre, pero lo que estamos constatando ahora es la forma tan vergonzante e indigna de justificar esos desatinos y cambios bruscos. Sostienen, unos en su ingenuo infantilismo y otros en su desesperada ambición, que es para trabajar por Chota.
Con muy honrosas excepciones hay candidatos por lo menos respetables. Hay otros, en cambio, que no han saldado cuentas con la justicia y pretenden volver dizque para resarcir los daños que ocasionaron al pueblo chotano con el flagrante desacierto e ineptitud de su gestión.
Hay desencaminados que en su momento atinaron a denunciar la incapacidad, la corrupción y el saqueo municipal de los que ahora les cobijan. Hay también espontáneos que entran a la contienda electoral como quien se mete al ruedo de una corrida bufa: para hacer el hazmerreir.
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