lunes, 16 de septiembre de 2013

Puesta en valor

“Puesta en valor” es una frase muy de moda en la jerga burocrática, presupuestaria, asociada, principalmente, a la gestión del patrimonio cultural y a las actividades turísticas, de una apariencia impactante; pero que, en el fondo, encierra un tufillo mercantilista, algo así como poner en venta nuestro patrimonio.
Una mala traducción del francés (mettre en valeur, que más bien significa mejorar) y un pésimo calco se ha reproducido como larvas. Subyace en aquella frase el concepto que el único camino que tenemos para estimar y desarrollar nuestro patrimonio cultural es someterlo a las leyes del mercado, como cualquier mercancía.
 Si la óptica es mercantilista nuestro riquísimo patrimonio cultural simplemente tendrá un valor de mercado, necesario para que turistas nacionales y extranjeros dejen divisas, pero sin importar muy poco el valor científico, histórico, artístico o humano de nuestros recursos.
La identidad (cultural o política), asentada en valores eventuales, es frágil, precaria, deleznable, vendible y comprable. Si bien necesitamos valorar, revalorar y desarrollar nuestro patrimonio cultural, esto es algo más grande y más trascendente que eso de “puesta en valor”, tal como lo entienden los mercantilistas de la cultura.

 Valorar nuestro patrimonio cultural no significa venderlo, sino otorgarle su verdadera dimensión en la memoria social de nuestro pueblo. 
Amor y Llaga N° 501

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