Manuel José Becerra
Silva no necesitó de una ley para ser nuestro héroe, su vida misma fue un acto
de heroísmo desde que eligió ser maestro y entregarse por entero a la tarea de
la enseñanza en los colegios de la sierra profunda del país, en los que no sólo
enseñó los enigmas y maravillas de la Matemática, sino también las obligaciones
y compromisos de un civismo ejemplar y militante.
Esa probidad ciudadana y esa claridad de
ideas lo condujo a asumir el vicerrectorado del Colegio San Juan y luego la
alcaldía de Chota, en un periodo que las responsabilidades del cargo se
cumplían con dignidad y honestidad. En esas circunstancias le cupo el honor de
asumir, sin reparar en peligros e infortunios, la defensa de la patria hasta la
inmolación de la vida en la infausta Guerra del Pacífico.
Nuestro
héroe civil (se le otorgó el grado de Coronel no obstante no tener formación
militar) organizó el batallón Chota y marchó con 300 hombres rumbó a Lima para
luchar en las batallas de San Juan y Miraflores. Retornó al norte luego de
conferenciar con Andrés A. Cáceres para organizar la resistencia, hasta
infligir a las huestes chilenas un derrota, quizá tardía pero valerosa, en la
olvidada batalla de Cárcamo, el 18 de setiembre de 1883.
Esta
semana se cumplen 130 años de aquella efeméride gloriosa. Becerra fue asesinado
en forma aleve y, pese al solitario homenaje del Congreso de la República,
pareciera que la mezquina estrechez de miras de las autoridades de su pueblo le
infligiera una traición mayor: el olvido.
Amor y Llaga N° 503
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