domingo, 9 de noviembre de 2014

No a la impunidad

No le falta razón a un excandidato a la alcaldía de Chota, cuando afirma que la gestión municipal saliente como la entrante son caimanes del mismo pozo (Radio Santa Mónica, 6 nov.). Los calificativos quedan cortos, pero la indignación es muy grande. Más grande aun cuando constatamos la impunidad con que actúan, la protección policial de la que gozan y el amparo de las leyes, hechas a la medida y al gusto de los delincuentes públicos.
Todos los alcaldes que sin pena ni gloria han pasado por la municipalidad de Chota, por lo menos en los últimos 15 años, han sido denunciados y procesados por graves delitos contra la administración pública, pero ninguno hasta la fecha ha sido sentenciado; más bien, la blandura y el pasmoso aplazamiento de los juicios en estos casos, amén de otras artimañas, terminan por prescribir los delitos y de este manera quedan impunes.
 Hemos visto cómo a costa de las arcas municipales se han enriquecido en un abrir y cerrar de ojos, cómo los testaferros de simples bodegueros se han convertido en acaudalados empresarios, cómo las empresas de construcción ganan las licitaciones, cómo se realizan las adquisiciones; cómo algunos regidores, funcionarios y empleados afines no pueden explicar el origen de sus fortunas. Pero nada de ello por lo menos ha sido investigado.
 En nuestro país, lamentablemente, se ha impuesto la cultura de la impunidad de tal modo que las denuncias quedan circunscritas a las páginas de los diarios, a las largas investigaciones de las megacomisiones, a los etéreos expedientes judiciales que bajo sutiles argucias jurídicas se archivan y se olvidan, quedando el país, la ciudadanía y el estado peruano a merced de los alibabás y su incontenible banda de cleptómanos (Carlos Campos Vásquez dixit).
Semanario Amor y Llaga N° 548

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