En la mañana
del 20 de noviembre de 1924, 80 hombres armados al mando del Dr. Arturo Osores
Cabrera, del coronel Samuel del Alcázar Litardo, del teniente Carlos Barreda
Cante y de Eleodoro Benel Zuloeta, a los que se adhirieron una importante milicia
de ciudadanos y estudiantes sanjuanistas, tomaron la ciudad de Chota, para dar
inicio así a una insurrección armada cuyo propósito era el derrocamiento de la
dictadura de Augusto B. Leguía.
El
movimiento debió contar con alzamientos simultáneos en Piura, Trujillo, Arequipa y Lima, así
como con el respaldo político, económico
y militar del general Oscar R. Benavides. Lamentablemente no fue así. Enterado
el gobierno de los planes insurreccionales tomó las precauciones del caso y ya
había dispuesto la organización y envío de un destacamento contrainsurgente al
mando del capitán Benigno Alvarez y
teniente Zenón Noriega.
No obstante de
producida la azarosa batalla de Churucancha en la que las fuerzas gobiernistas
apoyadas por los chetillanos de los Villacorta derrotaron a los rebeldes; el cruel
fusilamiento del coronel del Alcázar y del teniente Barreda, y el posterior
apresamiento y confinamiento del Dr. Arturo Osores y su hijo en la isla San
Lorenzo por seis largos años, Eleodoro Benel con el apoyo de los Vásquez de
Lanche (Cutervo) continuó en una lucha de resistencia hasta su muerte, el 27 de
noviembre de 1927.
Aparte de
las referencias históricas y de algunos capítulos de aquella insurrección
descritos por el gran Jorge Basadre en su Historia de la República, de la cual
se han valido muchos historiadores nuestros, y del estudio sociológico
desarrollado por José Pérez Mundaca (Montoneras, Bandoleros y Rondas Campesinas)
y por John Gitlitz (Conflictos políticos en la sierra norte del Perú: La montonera de Benel
contra Leguía, 1924), es insuficiente la investigación acerca de esta
rebelión.
Hay una gran
leyenda llamada Benel, pero seguimos ignorando mucho de aquel episodio que
enorgullece a los chotanos.
Semanario Amor y Llaga N° 549