sábado, 4 de octubre de 2014

No elijamos felipillos

Hay quienes habiendo nacido en Chota tienen el alma de felipillo. Anteponen la infamia y la servidumbre de una prebenda a la honra, la libertad y la dignidad. No tienen escala de valores, sino de antivalores, de los cuales se jactan con contrahecho orgullo. La honestidad e integridad moral, la decencia política y la calidad personal han sido reemplazadas por la deshonestidad, la impudicia y la ramplonería.
Esto es lo que se exhibe, cual emblemas nefastos, con algunas rarísimas excepciones, en nuestros personajes públicos (regidores, alcaldes, funcionarios, jefes de todo género y especie), muchos de ellos son profesores que suponemos deben personificar en sumo grado valores que eduquen y orienten a la niñez y juventud. Penosamente estos personajes caminan al revés de la historia y en sentido opuesto a los valores y principios.
En su diario actuar pesa una actitud porcina, es decir aquella que busca la satisfacción de su apetencia individual. Devoran todo sin importar el bien común. Lo lastimoso es que muchos de ellos se encumbran enarbolando banderas de democracia, de justicia, de defensa de los derechos, de honestidad, de desarrollo, de lucha anticorrupción, en fin, de nobles fines y objetivos pero que, tarde o temprano, terminan traicionados.

En las elecciones que se avecinan, por el bien de nuestro pueblo y por el amor que decimos sentir, no elijamos felipillos. Es una elección difícil y ojalá haya alguien que asuma el reto histórico de emprender un cambio radical que Chota necesita.
Semanario Amor y Llaga N° 541

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