Desde que el
29 de diciembre de 1976, los campesinos del ahora centro poblado de Cuyumalca
tomaran la decisión de restablecer una antiquísima práctica social para hacer
frente al incremento incontrolable del abigeato y la criminalidad en el campo,
han transcurrido 37 años que han dado a las Rondas Campesinas presencia,
representación e institucionalidad en todo el país.
Lo que en
sus albores fue una forma organizativa de autoprotección que logró resultados
concretos frente a un hecho (el abigeato y la criminalidad) que por décadas el
Estado peruano demostró incapacidad y complicidad, las Rondas Campesinas se
convirtieron en un fenómeno social que demostró, en cambio, su eficacia en ese
aspecto y también en el ejercicio de la democracia directa, el autogobierno y
el desarrollo social, económico y cultural de un gran sector de la población, ancestralmente
olvidado y discriminado.
Lo cual,
aunado a su inicial orientación y conducción política basada en los principios
de independencia y autonomía, de frente único y justicia social, permitió su rápida
expansión, organización y consolidación, primero, a escala local, luego
interprovincial, en seguida a nivel departamental y nacional, hasta conquistar
su legalidad y reconocimiento constitucional
No obstante
esos logros y ser un tema frecuente de estudio e investigaciones de sociólogos,
juristas e historiadores, especialmente, las Rondas Campesinas han sido objeto
de manipulación política, del manoseo y uso electorero por parte de los
alcaldes, de las maniobras de los consorcios mineros, de las artimañas de los
políticos mafiosos, de la domesticación estatal, incluso de la penetración del
narcotráfico.
Al cumplirse
37 años de las Rondas Campesinas deseamos que éstas recuperen sus principios
inaugurales, su prestigio, su autonomía e independencia y su carácter
esencialmente democrático.
Amor y Llaga N° 514
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