La indignación, legítima, justa y
rotunda, no podía ser menor frente a tan grande podredumbre política que se
hizo patente con la elección de los miembros del Tribunal Constitucional,
Defensoría del Pueblo y Banco Central de Reserva, y que muy bien el pueblo la
calificó como una repartija, término este que proviene del hampa.
Repartija es la acción de distribuirse bajo
las sombras el producto de un robo, si bien común en los asaltantes y
delincuentes de las calles, no lo es menos en la administración del estado,
donde las autoridades y funcionarios echan mano a los fondos públicos, sin la
violencia del hampa, pero con la misma intención dolosa: apropiarse y
enriquecerse ilícitamente.
Repartija, también significa repartirse, entre
gallos y media noche o bajo pactos infames, los cargos públicos, en una especie
de toma y dame, con el sibilino propósito de obtener réditos económicos o
políticos. Algo que no es novedoso; lo mismo ocurrió, por ejemplo, el 2007, con
la elección del TC por el gobierno alanista, cuyo mastines hoy se rasgan las
vestiduras para desviar la atención y ocultar el escándalo de los
narcoindultos.
Los políticos en el gobierno (y ahora el
narcotráfico) se han preocupado siempre de copar y controlar los cargos, no
sólo usando y abusando de los puestos de confianza, que es lo de menos, sino copando
todo el organigrama de la Policía Nacional, Ministerio Público y Poder Judicial
que les garantice protección e impunidad. Y para ello se creó la repartija.
Amor y Llaga N° 496
No hay comentarios:
Publicar un comentario