Esta semana acaba de concluir un evento jurídico que por su trascendencia social e histórica, sobre todo, para las rondas campesinas, merece reseñar aun brevemente. Se trata del II Congreso Internacional sobre Justicia Intercultural en Comunidades Andinas y Rondas Campesinas que, bajo el lema “Construyendo un país con justicia social”, se ha desarrollado en la ciudad de Cajamarca del 8 al 10 del mes en curso, organizado por el Poder Judicial con los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, la Fundación Hanns Seidel, entre otras instituciones.
En realidad se trata del primer congreso sobre Justicia Intercultural en Comunidades Andinas y Rondas Campesinas, porque el primero tuvo como eje temático la Justicia Intercultural en Pueblos Indígenas (La Merced, setiembre 2010). Y, conforme se precisa en sus documentos de trabajo, constituye un primer acercamiento y encuentro a nivel institucional entre la justicia ordinaria (la que administra el Poder Judicial) y la que imparten las rondas campesinas, con el propósito de establecer las bases de una relación horizontal y simétrica entre estas dos entidades.
Se podría decir que después de 34 años del resurgimiento de las rondas campesinas (es más preciso decir así), el Poder Judicial, saturado por una sobrecarga procesal de más de un millón de procesos y severamente cuestionado, está admitiendo la existencia de una forma de justicia ronderil, comunal, informal, paralela, consuetudinaria, intercultural o como mejor se llame, que merece darle atención, estudiarse, conocerse y desarrollarse adecuadamente.
Este acercamiento y el reconocimiento por parte del Poder Judicial del “importante papel que cumplen las comunidades y rondas campesinas en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales contribuyendo de esa forma al objetivo común de lograr la paz social y el mejor acceso a la justicia de la población rural” (Declaración de Cajamarca), justifica el sacrificio y la lucha de cientos dirigentes y miles de ronderos que, venciendo la persecución y la cárcel, han conquistado para las rondas campesinas un lugar en la historia.
Amor y Llaga N° 398
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