“Atiendan los que gritan Severiano: ustedes, a quienes han votado a lo largo de la historia, miren su conciencia, se dejaron engañar. Esto les pido: no se vuelvan a dejar engañar. Piensen, que para eso tenemos la cabecita. Aparte para llevar con orgullo este hermoso sombrero chotano, la cabeza está para pensar. Pensemos a quién, por qué y para qué damos el voto. Exijamos dignidad y los derechos. Esa es mi lucha, que todos los chotanos de hoy en adelante no bajen la cabeza, no vengan un día y otro día, que levanten su dignidad y sus derechos sean cumplidos. En esta lucha sí estaré con todas las comunidades, con el pueblo de Chota. ¡Viva Chota carajo!”
Con estas frases, el padre Severiano dio por terminada explícitamente su anunciada, propuesta y aspirada candidatura a la alcaldía de Chota, ya sea personal o por interpósita persona, a través del nonato movimiento político “Mi niña Chota” o a través de un vientre de alquiler que podría haber sido cualquier agrupación política inscrita que acogiera esa noble pretensión.
Pero más allá del final de una aspiración política, el transcrito segmento de su discurso del domingo pasado es plausible y merece colocarse en grandes gigantografías para que cada elector consciente, cada ciudadano responsable y cada chotano digno, no se vuelva a dejar engañar por tanto mercachifle de baratijas que aparece, desaparece y reaparece en las lides electorales.
Pensemos a quién, por qué y para qué damos el voto. Por supuesto que un ciudadano consciente, responsable y digno no lo hará para buscar un beneficio personal, para esperar una compensación con un cargo o puesto de trabajo o para medrar y llenarse los bolsillos a costa de las arcas públicas con licitaciones amañadas.
La lucha por los derechos y dignidad del pueblo chotano no culmina en las elecciones. Es una lucha permanente y dura contra viento y marea.
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