sábado, 1 de mayo de 2010

Caudillos y mesías

Caudillos y mesías han surgido a lo largo de nuestra historia, con fuertes incidencias en ciertos periodos caracterizados por crisis severas, hasta el grado de convertirse en perversos fenómenos sociales y políticos: el caudillismo y el mesianismo como formas funestas de liderazgo.

Los caudillos y mesías tienen, por supuesto, arraigo popular, arrastre, jale, carisma, mueven masas, son reconocidos por su verbo, su trabajo o sus obras (falsas o reales), su generosidad (sincera o hipócrita), se rodean de incondicionales, encandilan a la gente con sus proezas hasta colocarse una aureola de salvadores del pueblo.

Los caudillos y mesías de nuestra historia (nuestra historia reciente es más patética), se han tornado luego en dictadorcillos y tiranuelos o dictadores y tiranos, y han hecho y deshecho de la administración pública a su regalada gana. Han echado mano a los recursos y bienes públicos como a su propia bolsa, y han generado un apurado desgobierno y una corrupción galopante.

Algo o más de lo mismo puede repetirse si en las próximas elecciones municipales y regionales no enfrentamos con lucidez y firmeza nuestro derecho a elegir, si el pueblo o mejor dicho, si los electores siguen impresionados por las trampas que los caudillos y mesías nos tienden, si la política se concibe como el arte y artificios para llegar al poder y gobernar sin ética ni control.

Contrariando a Arturo Pérez-Reverte, que nuestro pueblo no merezca la historia y los gobernantes que tiene.

Publicado en Amor y Llaga N° 375

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