Un lector muy acucioso de este semanario (Amor y Llaga) y por añadidura amigo nuestro, nos ha transmitido un comentario que con seguridad también comparten otros lectores: que solamente criticamos la corrupción en la gestión municipal y descuidamos la podredumbre y el hedor que igual existe en otros sectores públicos, y nos precisa por ejemplo, el de educación.
Nuestro lector y amigo tiene razón. Pero que la gestión municipal tenga mayor cobertura y mayor espacio para la denuncia, el cuestionamiento, el reclamo, la crítica, no significa por cierto que nuestra indignación es menor frente a cualquier acto de corrupción en otros sectores, particularmente en educación, en el que muchas veces los propios gremios sindicales, mejor dicho sus malos dirigentes, si no son autores al menos son cómplices permisivos de esa aberración estatal.
Es allí donde se han formado castas de funcionarios con poderes fácticos en asuntos claves de nombramientos, contrataciones, reasignaciones, de modo tan evidente que se ve cosa tan normal la exigencia de coimas y prebendas para lograr algún puesto en el magisterio.
De otro lado, si convenimos que la misión de la educación no es sólo la de impartir conocimientos, sino esencialmente de conducir a la niñez y la juventud por el camino de los valores éticos y de formar a los futuros ciudadanos y la moralidad de las futuras autoridades, nos preguntamos qué clase de niños y de jóvenes, de ciudadanos y de autoridades se forman con ejemplos tan devastadores de la moral y la ética.
El padre Gustavo Gutiérrez afirma que “una de las necesidades políticas más grandes que tiene el país es la moral, la ética”. Contemporizando con su pensamiento diremos que la moral, la ética también es una necesidad en educación.
Amor y Llaga N° 378