lunes, 14 de noviembre de 2011

Minas y mineros


Cajamarca no sólo está sentada en un banco de oro, pues todo el espinazo de la cordillera andina, ­según las prospecciones geológicas, tendría una reserva del precioso metal valuado en miles de millones de dólares, sino, además, nuestra región está sentada en un sensible colchón acuífero, que es el sustento de la vida y de su entorno del poblador cajamarquino.

La colisión entre estas dos perspectivas de desarrollo, modos de vida, necesidades y prioridades, y la importancia del oro o el agua para el ser humano, ha originado, si se quiere un conflicto patente, entre el poblador cajamarquino, sus organizaciones y el gobierno regional, de un lado, con las corporaciones mineras y las autoridades del gobierno central, del otro lado.

El proyecto minero Conga (Celendín), que dañaría irreversiblemente los manantiales de veinte lagunas y cinco cuencas hidrográficas, es el último eslabón de conflictos en los veinte años que la explotación minera ha provocado en la región y que ha desencadenado en el contundente paro (9 de noviembre) para demandar al gobierno, entre otros reclamos, la nulidad del estudio de impacto ambiental, aprobado por el régimen alanista.

Si bien la minería significa mayores divisas para el país, también es cierto que la explotación irracional, sin control estatal, sin responsabilidad social, sin respeto a los derechos fundamentales de la personas, sin estudios de impacto ambiental serios e imparciales, no sólo significa contaminación ambiental, sino también atraso, abandono y muerte de la población mayoritaria, a cambio del enriquecimiento voraz de los insaciables dueños de las trasnacionales.

Urge, por tanto, un cambio de la política minera del régimen nacionalista y no el continuismo contra el que se enfrentó Cajamarca.

Amor y Llaga 435

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