Está claro que las constantes burlas de las autoridades de la UNC y la pueril actitud de algunos profesores de esa casa de estudios, ha provocado la indignación del pueblo chotano, que ha desencadenado el paro indefinido demandando la inmediata transferencia a la Universidad Nacional Autónoma de Chota, de los bienes muebles e inmuebles (que en buena cuenta es el retorno) y de la partida presupuestal, conforme lo estipulan las disposiciones transitorias de la ley 29531.
Cómo calificar esa actitud de las autoridades universitarias y de aquellos docentes que han optado por el camino infame, contrario al desarrollo de Chota. ¿Capricho, torpeza o interés económico? Al parecer, todo junto. Los hechos nos eximen de mayores comentarios. Sólo uno, por ejemplo, nos provoca cierta ironía: el rector de la UNC ha declarado a la prensa que desconocían que el 20 de octubre se había aprobado el PDI porque el diario oficial El Peruano llega con retraso (sic).
La reacción e indignación del pueblo chotano es justa y legítima. Una aspiración por la que se ha reclamado, gestionado y luchado por más de treinta años, no puede ser postergada por el capricho, la torpeza o el interés personal de un grupillo de docentes, que han demostrado que no siempre hay correspondencia entre nivel académico con actitud ética y compromiso social.
Formo parte de una generación que en las décadas 70’ y 80’ se sumó a las luchas políticas. Por ello, nos apena que un grupo de estudiantes, manipulados y con absoluto desconocimiento de lo que la ley de creación de la UNACH establece respecto a su situación académica, haya intentado frustrar una aspiración de la juventud y el pueblo chotano, cuya bandera de lucha es, entre otras, contar con una universidad.
Sin embargo, esas banderas de lucha siguen aún vigentes, porque nada ni nadie puede oponerse al desarrollo y las aspiraciones de un pueblo.