El padre Severiano, como nunca antes más metido en política, efectuó hace poco una propuesta audaz que luego la retiró: presentar una lista de consenso bajo la denominación de “Mi niña Chota” o algún partido político, para las elecciones municipales de octubre, integrada por personas independientes con solvencia moral, vocación de servicio, capacidad de trabajo y de su entera confianza, que unirá a todos los partidos y movimientos políticos, sin excluir a nadie, y con elecciones previas para seleccionar a los candidatos.
Hasta allí la propuesta suena interesante, osada, conciliadora, proactiva, quizá novedosa. Nace de su profundo amor hacia nuestro pueblo, del que es, como siempre ha dicho el padre Severiano, un hijo adoptivo. Nace también de su sana y genuina preocupación por nuestros problemas y de su compromiso por participar de su solución. Todo ello reconocido por el pueblo chotano y valorado por este semanario (Amor y Llaga N° 291).
Sin embargo, su propuesta tiene muchas aristas que es preciso advertirlas. Primero, subyace un pensamiento paternalista, que limita la libertad de los ciudadanos y en sus extremos agudos conduce al autoritarismo. Esa mentalidad paternalista ha hecho mucho daño a nuestros pueblos. Políticos corruptos e inescrupulosos han echado mano siempre a este recurso para perpetuarse en el poder. (Veamos la actuación de los alcaldes de Chota de los últimos veinte años, a los que apoyó abiertamente). Segundo, en consonancia con la idea anterior, quiere hacernos saber que somos incapaces de gobernarnos, el pueblo chotano es incapaz de gobernarse, somos incapaces de ejercer nuestra libertad, entonces la solución es que la gente de su confianza debe gobernar.
Promover consensos entre las agrupaciones políticas y compromisos serios entre sus dirigentes y candidatos (como los que hizo inicialmente frente a la compra de conciencias y votos durante la campaña electoral) es diferente a auspiciar una lista electoral aprovechando la autoridad religiosa que se ostenta, o promover una candidatura manipulando cierta mentalidad paternalista que aún está en el sustrato ideológico del campesinado.
Como dice la carta de su sobrino Jesús, “querido tío Seve, algo urgente quiero que arregles cuanto antes”.
Hasta allí la propuesta suena interesante, osada, conciliadora, proactiva, quizá novedosa. Nace de su profundo amor hacia nuestro pueblo, del que es, como siempre ha dicho el padre Severiano, un hijo adoptivo. Nace también de su sana y genuina preocupación por nuestros problemas y de su compromiso por participar de su solución. Todo ello reconocido por el pueblo chotano y valorado por este semanario (Amor y Llaga N° 291).
Sin embargo, su propuesta tiene muchas aristas que es preciso advertirlas. Primero, subyace un pensamiento paternalista, que limita la libertad de los ciudadanos y en sus extremos agudos conduce al autoritarismo. Esa mentalidad paternalista ha hecho mucho daño a nuestros pueblos. Políticos corruptos e inescrupulosos han echado mano siempre a este recurso para perpetuarse en el poder. (Veamos la actuación de los alcaldes de Chota de los últimos veinte años, a los que apoyó abiertamente). Segundo, en consonancia con la idea anterior, quiere hacernos saber que somos incapaces de gobernarnos, el pueblo chotano es incapaz de gobernarse, somos incapaces de ejercer nuestra libertad, entonces la solución es que la gente de su confianza debe gobernar.
Promover consensos entre las agrupaciones políticas y compromisos serios entre sus dirigentes y candidatos (como los que hizo inicialmente frente a la compra de conciencias y votos durante la campaña electoral) es diferente a auspiciar una lista electoral aprovechando la autoridad religiosa que se ostenta, o promover una candidatura manipulando cierta mentalidad paternalista que aún está en el sustrato ideológico del campesinado.
Como dice la carta de su sobrino Jesús, “querido tío Seve, algo urgente quiero que arregles cuanto antes”.
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