A un
conocido dirigente local del MAS un colega suyo le increpó: “Profesor, cómo es que se van a unir con el
Dache Ticlla”, a lo que el aludido dirigente sin el
menor escrúpulo contestó: “La platita
hermanito, la platita”. Es decir, en el mejor estilo de oportunismo y
corrupción política, de degeneración ideológica y de sinvergüencería militante,
esta clase de “izquierdistas” es la que mandó la Izquierda a la fosa, abandonó
principios y se incorporó a un modo de vida denigrante.
Lo que el
sociólogo francés Francois Bourricaud llamó “el estilo de las maniobras” para señalar esa conducta del aprismo
que se inició en 1956 que consiste en compromisos políticos y alianzas retorcidas e indignas, cuando el
objetivo de ganar las elecciones está de por medio, también se puede aplicar a
aquellos “camaradas” que quieren hacer de los municipios y la región la fuente
de sus apetitos y el sustento de sus bolsillos.
Nada
diferencia hoy a un partido de otro, a un gobernante de otro, a un candidato de
otro. Con mucha razón José Ingenieros decía: “En todas las doctrinas pueden cobijarse dignos y buscavidas, virtuosos
y sinvergüenzas”. Sobre todo en esta época donde la política ha dejado de
ser la ciencia del buen gobierno, para convertirse en un modo de vida fácil y
una forma de enriquecerse ilícitamente a costa de tontos útiles llamados
electores.
“La
platita hermanito, la platita” es una de
esas frases que el subconsciente traiciona y aflora en la boca de nuestros
dirigentes, políticos y candidatos, y para lograr ese fin está la maniobra
política de uso tan frecuente como indignante. De tal modo que ya sabemos para
que se esfuerzan en alianzas políticas que más parecen matrimonios por
conveniencia con testigos falsos e invitados fantasmas.