El escritor uruguayo Eduardo Galeano con su conocida y aguda percepción crítica afirma que el mundo está dividido entre los indignos y los indignados. Es decir, entre aquellos que se catapultan profesional, social, económica o políticamente en base a la ruindad, la injusticia, el robo, el fraude, la vileza, el servilismo, la inmoralidad, la infamia, la iniquidad, el oportunismo, la conveniencia, en suma: la indignidad y la deshonestidad. Y, en el campo opuesto, aquellos que se rebelan y luchan con firmeza y una fe inquebrantable contra ese estado de cosas.
Los indignos carecen de ideales, sólo tienen intereses, afanes y apetitos. Y mucho de lo que identifica a los indignos se patentiza, con muy escasas excepciones, en la conducta de las autoridades y los funcionarios públicos de nuestra provincia. De la indignidad hay hecho su modo de vida, su fortuna y su fama (por ejemplo: “Acusan a alcalde de Chota de lavar dinero proveniente de la corrupción”, El Comercio, 6 de febrero; “Alcalde de Chota acusado de presunto desvío de dinero público”, Andina Agencia Peruana de Noticias, 7 de febrero; “Alcalde Chota… acusado de desvío de dinero público”, El Peruano, 8 de febrero; “Alcalde de Chota es investigado por lavado de activos”, La República, 9 de febrero).
Es fatal ese conflicto maniqueo de indignos e indignados, es decir, entre los que defienden y quieren conservar a perpetuidad el sistema de marginación económica y social, de vergüenza moral y de deshonestidad política del que medran y sacan tajada, y los que pugnan por cambiar y transformar ese mundo en busca de otro mejor, económicamente solidario, socialmente responsable, moralmente decente y humanamente digno.
Se aplica en esta lucha por la dignidad lo que el filósofo inglés John Stuart Mill dijo: “es mejor un humano insatisfecho que un puerco satisfecho”; y completa Antonio Marina: “El cerdo aspira a una felicidad de cerdo, mientras que la felicidad humana es una "armoniosa satisfacción de dos grandes aspiraciones: bienestar y creación" (La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez).
En definitiva, el afán de los indignos es por la felicidad de cerdo. En cambio, la lucha de los indignados es por la felicidad humana. Pues así, la lucha por la dignidad no tiene excusas.
Amor y Llaga N° 442